Viernes, 07 Agosto 2015 16:08

Invierno de 1984

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"Cuando entrenes por las bardas, en el momento en que vas poniendo a tono las piernas con tus sueños, podes pensar en un proyecto grande, acordate de lo que te digo ......."

 

En el invierno de 1984 corríamos por las bardas de Neuquén, la ciudad más grande del norte de Patagonia, el aire helado quemaba hasta la boca del estomago. Entonces habían muy pocos senderos, menos gente, más liebres y zorros, muchas más plantas, …

También teníamos más pelo, más ilusiones, estábamos muy entusiasmados, una parte grande de nuestras vidas era futuro.

De aquellos jadeantes amigos, quedamos pocos hoy, algunos se marcharon, otros partieron definitivamente ya, hubo unos que se mudaron de casa, más se mudaron de vida.

Consistencia y consecuencia luchan para mantenerse del otro lado del fanatismo, es una charla interna, intensa, un compás que traza los círculos de valores con líneas invisibles, dentro de los cuales creemos que estamos en el rumbo, conservando los grandes objetivos de la vida, persiguiendo un propósito que nos diferencia y aísla de las corrientes masivas y los rituales de actualidad, somos montañeros, no queremos pisar los senderos muy marcados, preferimos la incertidumbre, queremos colgar de sogas finitas, pisar en terreno resbaloso, desdeñar las camas y somieres durmiendo en esterillas mínimas, arriesgar la vida en junio antes que quedarnos a gritar la gloria de otros enfrente del televisor que nos ofrece la FIFA. 

Al fin vamos quedando pocos. Vienen unos chicos por un sendero, sin bañarse, sin contacto con las tintorerías, sin futuro; con hoy, sin trabajo; con pasión verdadera, sin novias; con amor, sin razón; con entusiasmo, tienen fuego en la mirada y metal en sus manos fuertes, son escaladores de verdad. Sabrán que van a ser siempre pocos? 

Sin tiempo para esas cuestiones inservibles despliegan fuerza y valor, los sopla el viento, los acecha la noche andina, el pelo vuela hacia el oeste, toda una vida puesta en ese pedacito de hielo que llamamos cumbre, allí irán, es su destino, ser montañeros. Elegir como vivir suele ser un adelanto de cómo hemos de morir, pero la intensidad de vivir es lo que cuenta, he allí las montañas, un escenario donde el hombre es más grande a medida que se despoja del peso de los instrumentos. 

Iremos juntos un día de estos ……

 

Alfredo Rosasco

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