Viviendo Montañas
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- Escrito por Miguel Florian Kvarta
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Amanece, un hilo de luz se filtra entre las hojas de los árboles y te da en la cara, un fuego de leña calienta una pava negra con agua de río, te sentás en los pastos con el mate entre las manos, el río te susurra palabras al oído, son tantas y tan buenas para el corazón. El perfume de la costa se mezcla con el aroma de la leña de sauce quemada, de la radio se oye una acordeón que va rezongando los primeros acordes de un chamamé.
Sentís el viento que te azota el rostro, un viento de tempestad, con las primeras hojas que se van yendo con él, vos también volás con el pensamiento en aquellas nubes tan altas que bien podrían ser montañas, sentís el aire cargado de una energía natural incontenible, te maravilla poder sentir eso.
Caminas, caminas y caminas, buscando senderos que nunca existieron, trazados en unos infames océanos de rocas apiladas, las botas te desollan los pies durante el día y una sed incontenible te aqueja, varias veces te preguntaste quien te mandó estar ahí, el sol te calcina y estás tan lejos de todo y de todos, tan cerca de la nada que tranquilamente podes estar loco, sin embargo de vez en cuando seguís volviendo, nadie sabe muy bien porqué, ni a donde, ni vos mismo lo sabes, a veces crees saberlo pero se te va olvidando muy fácilmente.
De repente estas de pie en medio de un desierto helado, hoy luce calmo, el sol se refleja en las pequeñas ondulaciones talladas por el viento, que hasta hace muy poco dominó este lugar. Todo es blanco y plano hasta donde da la vista, lejanas montañas quiebran la monotonía surgiendo de ese océano, ellas parecen inaccesibles, se ven totalmente sumergidas en nieve y glaciares que cuelgan de sus laderas, no sentís admiración, ni asombro, solo te intriga el misterio de esa inhóspita belleza. El más absoluto silencio te rodea, invadís con tus pisadas un mundo etéreo, solo el ahogado sonido de tus pies hundiéndose en la nieve, solo la agitada respiración en medio de una planicie blanca que se pierde en el horizonte. De a ratos hay algo de calma y podes ver más allá de tus pies, aprovechas para buscar esas heridas en el glaciar que a veces son enormes, un amigo te acompaña, también pendiendo de un mismo hilo, compartiendo esta misma vida, el viento arremolina la nieve y te aplasta contra el piso de a ratos, a veces te toca nadar en la nieve que te llega hasta la cintura, abrir huella, de repente presentís un inquietante vacío en los pies, te das vuelta para hallar calma en los ojos de un amigo que aunque no podes ver sabes que está ahí, manteniendo tensa una cuerda que se desvanece en un mundo blanco de locura.
Sentís las manos heladas, mientras en puntas de pies estás delicadamente parado en un silencio solo herido por el viento que de vez en cuando se atreve a silbar por allá arriba, es de noche, estás aferrado con muchas ganas a una mezcla de nieve, hielo y piedra. De vez en cuando unas frías astillas de cristal se te meten entre la ropa y la piel, esperas mucho tiempo, el suficiente para pensar tantas cosas que de a ratos el frío y la incertidumbre te agobian, pero sentís una felicidad muy grande, porque estás donde te gusta estar, ahí perdido en la inmensidad de la cordillera, con unos trozos de nylon y unos metales que se han enamorado de una fisura, pero eso no importa demasiado, porque más arriba, y en algún lugar de este mundo alguien que ya es una parte de tu vida esta por ahí buscando un camino para llegar más alto. Ambos unidos por nada más que unos hilos que ahora te vuelven a parecer tan insignificantes como aquella vez, comparados con los millones de años de las rocas, pero también te unen otros vínculos milenarios y mucho más fuertes, son la confianza, la amistad, la voluntad, el amor, aquel compañero que ilumina de a ratos las rocas con su linterna es una parte de vos mismo que anda por ahí, muchas veces no te hizo falta decir nada, solo con la mirada se comunicaron cosas, miedos, incertidumbre, dudas y alegría, están juntos en la montaña pero cada uno en la más absoluta soledad. Mas tarde llegás y lo ves ahí parado, riéndose, detrás de él ves lagos, cumbres, rocas y glaciares, esperándote con algo que es seguramente emoción, ahora él es mucho más que aquel compañero con el que planificabas salidas, tal vez ya sea un amigo, ó mucho más que eso, algo distinto, no sé, así son las montañas.
Hoy llegaste a imaginar esa sensación de tibieza, cuando estás helado en las sombras y de pronto te da el sol y sentís una felicidad muy grande, de estar donde estás, apreciando ese silencio inundado de soledad y tanta belleza. Hoy recordaste las montañas, pudiste sentir ese sol que baña el granito de dorados apenas amanece, viste el cielo azul recortado arriba tuyo por un diedro, sentiste ese frío seco que entra por los pulmones y te hace sonreir de alegría. Sentiste esa misma sensación de estar donde uno ama tanto, con la mente en blanco, en otro mundo, un mundo de sensaciones tan humanas, un mundo de cosas simples, un mundo de instinto, un mundo de sentimientos, de belleza, de pasión, trepando no sé a donde, pero viviendo a pleno corazón y te dio mucho gusto eso, porque por unos instantes fue realidad.