Chopicalqui (6354)

Nevado de 6354mts que forma parte del macizo del Huascarán en la Cordillera Blanca. Este macizo esta delimitado al norte por el valle de Llanganuco y al sur por la quebrada Ullta del departamento de Ancash.    El Chopicalqui es uno de los grandes clásicos del andinismo en Perú, la ruta seguida discurre por la arista SO, cubriendo un desnivel de 1200mts. Originalmente abierta por H. Hoerlin, E. Schneider, P. Borchers y E. Hein en 1932.

 

 

      El viernes 15 de julio de 2005 partimos desde Rosario hacia Lima Fernando Arranz y yo, Juan Pablo Gustafsson.   Durante años conocimos las montañas de Perú a través de los viajes de nuestros amigos, quienes escalaron allí en varias oportunidades, ahora había llegado nuestro turno. El cerro elegido fue el Chopicalqui de 6354 m.    A la 1 de la mañana del sábado 16 aterrizábamos en la ciudad de Lima de la que huimos literalmente hacia Huaraz ni bien se hizo de día, haciendo los 400 km que nos separan hacia el norte en ómnibus. El pasaje se saca con pasaporte en mano y una vez arriba del coche pasa una persona filmándole la cara a todos y cada uno de los pasajeros. La inseguridad y el mal servicio en el transporte son moneda corriente tanto allá como acá.

 

 

   

 

 

Hacia la tarde comenzamos a internarnos en lo que se denomina el Callejón de Huaylas, valle recorrido por el Río Santa con orientación nor-noroeste-sur-sureste enmarcado al este por la Cordillera Blanca y al oeste por la Cordillera Negra. En este valle se asientan las principales poblaciones de la región. La Cordillera Blanca es conocida en todo el mundo por su belleza y por concentrar la mayor cantidad de seismiles en todo el continente americano. Se cuentan 32 montañas de mas de seis mil metros de altitud en una extensión de 180 km.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

    Huaraz es la capital del departamento Chavín, paso obligado de escaladores de todo el mundo y también ciudad de las bocinas. Allí suena una bocina, con un intervalo máximo de dos segundos. También es la ciudad inconclusa. Todas las casas tienen los hierros de las columnas apuntando al cielo, esperando un próximo piso que nunca se construye, es muy pintoresca, sobre todo por la vida de sus calles y sus ferias. Fue reconstruida luego del terremoto de 1970 y conserva muy poco de su trazado y edificios originales. Este terremoto es amargamente recordado por los peruanos porque destruyó muchas ciudades. En Yungay el movimiento provocó que la nieve acumulada en las laderas de los cerros Huascarán Norte y Huascarán Sur se desprendiese completamente, generando un alud de piedra y barro que arrasó completamente esa ciudad, sin dar tiempo de nada a sus pobladores. Fueron sepultados en pocos minutos ésta y sus 70000 habitantes. Hoy, Yungay se levanta nuevamente desplazada 1 km hacia el norte, en zona mas segura y tiene 150000 habitantes.

 

 

   

 

 

El lunes 18 luego de preparar todo lo necesario hacemos el viaje de una hora en combi hacia Yungay. Una oprimente sensación nos invade al ver el descampado que hay hoy en el sitio donde se levantaba la antigua ciudad. Otra combi nos lleva directamente hacia nuestro objetivo, la Quebrada Ancash, recorriendo la Quebrada Llanganuco en una larga subida. Pasamos por dos hermosas lagunas, la laguna Chinancocha y Orcococha.

    Una vez en la entrada de nuestra quebrada Ancash y con la vista del Chacraraju a nuestras espaldas, nos internamos entre la vegetación y en poco mas de media hora alcanzamos el campamento base. Un par de enormes carpas comedor, guías y porteadores, franceses, norteamericanos, austríacos, alemanes, etc. nos dan la bienvenida y nos confirman que esta no sería una escalada solitaria. Había promesas de buen tiempo pero todavía no se estaban cumpliendo para nosotros. Por lo general, salvo en las primeras horas de la mañana los cerros se cubrían con nubes y teníamos sol de a ratos.

 

 

   

 

 


 Comienzan a apreciarse toda variedad de montañeros. Están los que van solos y se arreglan solos, los súper veloces que van con lo puesto a hacer todo en dos días, los que van de a tres y tienen tres porteadores que les llevan todo el peso, con guía y cocinero, les arman las carpas y los llevan hasta la cumbre.

    Otro tema son los porteadores y los guías peruanos. Era común verlos subir y bajar dos veces al día entre campamentos Morrena y Base alguno con zapatos comunes y camisa, cargados con bultos como heladeras en sus espaldas, con mochilas de estructura de caño, siempre saludando con una sonrisa y un comentario amable. Dignos descendientes de los Incas, pensaba yo, verdaderos dueños de la montaña...     El Campamento Morrena se encuentra a 4900 m de altura con unas vistas lindisímas de los Huandoy, el Pisco, el Chacraraju, el Yanapaccha, el Caraz de Parón, el Artesonraju, nuestro Chopicalqui y los Huascarán....Allí aclimatamos practicando un poco de escalada en hielo en el glaciar que baja desde el Chopi.

     El sábado 23 comenzamos la subida hacia el Campo Uno, a 5600m sobre el glaciar, y ya en el arranque quedó demostrada la necesidad de tener el casco puesto, puesto hay un tramo pegado a una pared rocosa muy inestable que deja caer piedras continuamente. Luego de unas 5 horas y media de subida alcanzamos el Campo Uno. En un rato, los colores rosáceos del atardecer lo invaden todo. Estamos en un hombro de hielo flanqueado por una pared congelada de unos 50 m de altura por detrás nuestro. Entretanto, los Huascarán truenan cada menos de una hora con avalanchas de todos los tamaños.

 

     El domingo 24, con luna llena, sin viento y con muchas ganas salimos hacia la cumbre a eso de las cuatro de la mañana. Al montarnos en un filo vemos hacia el sur en la llanura, como una estrella de mar gigante, las luces e Huaraz en la oscuridad de la noche, a la distancia. Mi compañero marca el paso y yo a los quince metros de cuerda que nos separan lo sigo sintiéndome en óptimas condiciones. Al mirar hacia arriba se dibujan plateadas las irregularidades de la montaña.

 

    Cuando amanece, el espectáculo es hermoso. Nos toca subir unos resaltes de unos 40m de nieve dura a 60º-70º. Las posibilidades de caer son pocas ya que el paso de las anteriores cordadas deja marcadas y profundas huellas en la nieve, y además ponemos alguna estaca. Con mucha tranquilidad vamos alcanzando los tramos finales hasta que luego de un nuevo resalte un poco mas corto alcanzamos un filo desde donde la cumbre puede apreciarse con toda su majestuosidad. Estamos en un punto de no retorno, la cumbre esta allí y por mas cansancio que uno pueda tener ya no se detendrá.

     Pisamos la cumbre a eso de las 10 y media de la mañana. Nos abrazamos con Fernando y sacamos fotos, yo saco una vieja bandera argentina y la pongo al viento. La cumbre es un gigantesco merengue de hielo colgado a 6400m en el medio del escenario de la Cordillera Blanca...

 

 

 

    Nos vamos para abajo. Tenemos que hacer dos rapeles. El último es de unos 30 mts y lo hacemos desde una estaca de nieve que ya está puesta. Luego todo es bajar y bajar hasta llegar al Campo 1.

    El cansancio es grande y el frío no se hace esperar, por lo que tomamos unos mates para hidratar y nos quedamos dormidos de tal forma que nos olvidamos de cerrar la carpa. Al otro día, con poca agua bajamos hasta el Campo Morrena.

    Bastante deshidratados seguimos bajando hasta el campamento base, al que llegamos a la tarde.

    A la noche estábamos comiendo arroz chaufa hasta morir, tomando cerveza Cusqueña y paseando por la ciudad con un cansancio tan grande como la felicidad misma que nos embargaba.

     Este cerro estaba bastante concurrido, al igual que muchos otros en Perú. La escalada de alguna forma termina eliminando gran parte de uno de sus componentes, la incertidumbre, las huellas minimizan la posibilidad de equivocar la ruta y la información de quienes vienen de la cumbre igual. Esta queda reservada a vías menos visitadas y por lo general mucho mas peligrosas. Aún así, estos cerros deparan lindas escaladas y hermosos parajes. De allí, avión a Cuzco y tren a Machu Picchu. Pero esa ya es otra historia.

 

Juan Pablo Gustafsson